lunes, 18 de junio de 2012

Seduccion.

No le quitaba los ojos de encima.
Su pelo rojizo, una mueca que simulaba un beso con sus hermosos labios, una camiseta azul, que quizás fuera una talla menor de la que necesitaba, sus manos marcando el contorno de sus pechos, y de cintura para abajo, un bikini muy colorido del que colgaban una especie de aros a los lados, y unas chanclas bastante sencillas.
Estaba atónito contemplándola. Siempre le había parecido una mujer distinta, de esa clase de mujeres con las que no le valdría pasar una noche, ya que se deleitaba escuchando cada palabra que decía, aunque en ocasiones no prestara atención a las mismas y se limitara a disfrutar de lo melódico de su voz.
Era dulce en todo lo que hacia. Cuando te saludaba, te abrazaba, y sentías que lo hacia de verdad, tanto, que no querías que nunca te soltara. Cuando te sonreía, automaticamente te veías con la necesidad de corresponder a esa sonrisa. Y cuando te tocaba, cuando te tocaba el tiempo se detenía.
Era distinta al resto, y el no podía dejar de mirarla.
Quería tener el valor para decirle todo esto a ella, pero nunca lo encontraba. Quería ver cual seria su reacción, aunque la intuía y sabia que no le gustaría, pero necesitaba comprobarlo.
No se si alguna alguna vez alguien os ha cautivado de esta manera, pero si sabéis de que hablo, entenderéis como se sentía el.
Volvió a mirarla fijamente, y parecía que los ojos de ella hacían lo mismo. Sonrió, se armo de coraje, y de su boca salieron todas las palabras que había guardado desde que la conociera, no dejó nada para si, y todo sin cesar de observarla, sin apartar la mirada.
Cuando hubo terminado, pestañeo, se sonrió para si mismo, y con cuidado guardo en el cajón de su mesilla aquella foto que había estado contemplando y a la que había abierto su corazón.

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