viernes, 15 de enero de 2021

El cuadro


Le habían encargado algo diferente y la idea le pareció muy interesante, tenía que fotografiar un cuadro, plasmar toda su belleza en una simple instantánea. Parecía fácil, pero como aficionada a la pintura sabia de lo complejo del encargo, por eso lo acepto.

Preparo con minuciosidad su Canon, la pantalla para iluminar la obra de forma indirecta y se dispuso a desembalar el cuadro.

La pintura que apareció ante ella era oscura, sombría y bastante desconcertante. Sobre un fondo negro, aparecía una mujer de unos 45 años, sentada y encogida en el suelo, vestía una especie de camisón negro corto, con lo que se veían unas piernas bien definidas pegadas al cuerpo. La mujer tenía las manos sobre la cara, tratando de tapar unas lágrimas que escurrían por sus mejillas y sus ojos de un azul intenso que se vislumbraban entre los dedos.

Planto el cuadro en el caballete que le habían enviado a tal efecto y se colocó detrás de la cámara. Observo por la pequeña ventanita de la cámara y al mover el zoom salto hacia atrás mientras soltaba un leve alarido.

Algo había cambiado en la pintura, no podía ser. Miro fijamente el cuadro y comprobó que todo seguía igual, pero al volver a mirar a través de la cámara vio que la imagen no era la misma. Temerosa, pero con más curiosidad que miedo volvió a manipular el zoom y de nuevo, sorprendida, aunque esta vez sin alarido ni salto, vio como la imagen se modificaba de nuevo. Alejo al máximo el cuadro girando el zoom y la mujer se convirtió en una bonita niña, los ojos que antes solo podía ver entre los dedos, ahora brillaban casi ensombreciendo la inocente sonrisa que a todo el mundo habría llamado la atención. Parecía mirar la cámara con la frescura que solo una cría podría mostrar.

Giro un poco el mecanismo de la cámara y la niña se convirtió en una joven elegante y atractiva que bailaba con los ojos cerrados y los brazos en alto, como poseída por una música que le impedía quedarse quieta, mientras se sabía observada y admirada por toda la gente que, aunque no aparecía en el cuadro seguro que había en ese fondo que había tornado al de una discoteca al aire libre.

Siguió avanzando y la vio con un exquisito vestido de novia, la vio engordar y tener un par de hijos, la vio sonreír mientras montaba a caballo o en moto, la vio volar por encima de esa misma moto y poco a poco vio mientras se acercaba al punto inicial como su sonrisa se borraba, como lloraba a escondidas. Lo que estaba viendo no le gustaba, así que giro más bruscamente el mecanismo de la cámara que provocaba aquello, y se detuvo en el momento en el que la mujer del cuadro tendría cincuenta y tantos años. Aquella mujer estaba frente a un lienzo, sonreía como cuando era niña, y aunque ya no era aquella pequeña, su sonrisa seguía teniendo el brillo de la inocencia, pero sus profundos ojos azules transmitían serenidad y sabiduría, se la veía feliz. Había llegado al final del zoom y no conseguía ver que pintaba aquella mujer, sentía frustración. “¿Qué habría en aquel lienzo?”- Pensó.

Cuando casi se había rendido, recordó que tenía otro objetivo que hacía años que no usaba que podría mostrarle más, salió de la habitación, entro en su dormitorio y buscando entre las cajas que había en el altillo de su armario al final dio con él. Sin perder tiempo volvió a la habitación que usaba como estudio y sin quitar la cámara del trípode procedió a cambiar el objetico. Se colocó detrás de la cámara y manipulando el objetivo comprobó que esta vez avanzaba más despacio, que lo único que hacia la mujer era mirar en su dirección y mover diestramente los pinceles. Al cabo de unos minutos, vio como la mujer giraba el lienzo, volvió a saltar sobresaltada, esta vez incluso grito y se froto los ojos con ambas manos. El trípode se tambaleo estando a punto de caer, pero por suerte no lo hizo.

Se acercó despacio a la cámara, parpadeo varias veces antes de volver a mirar y tras suspirar, se atrevió a mirar. Efectivamente había visto bien, no se había equivocado, en la imagen del cuadro, la mujer sonreía mientras mantenía el cuadro que acaba de pintar entre sus manos. En el lienzo que había pintado, aparecía ella tras la cámara, sabía que era ella misma por el ojo azul que quedaba al descubierto, por la sonrisa ingenua que también se podía ver y porque en el cuadro aparecía una leyenda bajo la imagen que tras su nombre le decía que no olvidara nunca lo fuerte y valiosa que era.

Cerro los ojos un segundo para tratar de no marearse ante aquella extraña visión y al mirar de nuevo, el cuadro había vuelto a su origen, a la mujer encogida que se escondía tras sus manos.

Rodeo la cámara y muy despacio se acercó al caballete, recorrió con sus dedos la pintura y se detuvo en la firma del autor. Su corazón se aceleró, la sensación de mareo regreso y esta vez el grito fue mudo. La pintura estaba firmada por ella y la fecha era un par de años posterior al día de hoy.

Se sentó en el suelo como pudo y tapándose la cara con las manos empezó a llorar al comprender que todo lo que había visto era su vida. La luz se fue y la habitación quedo solo iluminada por un flash difuso mientras ella seguía sentada en el suelo y encogida con su camisón negro.








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