Su escudero le miraba con admiracion. Lucia imponente con su dorada armadura, su capa carmesí y ataviado con sus mejores armas de guerra. El negro pelaje de su montura destacaba en el azul fondo de aquella tarde.
Habían sido días dificiles, seguidos de noches de guardias interminables y tensas. Pero por fin su reino estaba a salvo, no quedaban ni ogros ni trolls que perturbaran la calma. Las fuerzas del mago oscuro habían sido derrotadas, y su reina descansaba tranquila en su castillo. No recordaba cuantas cabezas había cercenado, a cuantas de aquellas criaturas había ensartado en su lanza, ni el numero de flechas que había incrustado en los corazones de los monstruos, solo sabia que nunca se había visto envuelto en batalla de semejante tamaño.
En la era de los dragones, aunque mas cruentas, las luchas eran escasas, y a los bárbaros tampoco fue complicado desterrarlos, nada como aquello.
Acaricio la cabeza de su corcel, tiro de las riendas y enfilo el camino de casa.
Mientras galopaba, recibía los parabienes del vulgo, y su pecho se hinchaba tanto que la armadura hasta le oprimía. Sus gentes sabían de su grandeza y nobleza, la misma que sus ancestros habían demostrado por generaciones.
Lamento no encontrar alguna criatura aun con vida en el camino, le habría hecho el mismo mas entretenido. Al no tener nada mejor que hacer, espoleo a su montura y galoparon todo lo rápido que el animal pudo. Las fuertes y pesadas pisadas en la carrera, se podían escuchar a kilómetros de distancia. Estaba orgulloso de su caballo, jamas retrocedió ni un solo paso por muy fea que se hubiera puesto la contienda, siempre arremetía mostrando su fuerte pecho al enemigo, Había sido el mejor regalo que su mujer le hubiera hecho nunca.
Cuando atravesaba el puente levadizo que daba acceso a su fortaleza, sonó un ruido persistente a lo lejos.
Pestañeo, se estiro en el sofá y se puso en pie. Se dirigió a la entrada y apretando el botón del video portero, informo al chico regordete que se veía por la pequeña pantalla de que en cinco minutos bajaría.
Mientras se calzaba sus zapatillas de baloncesto, pensó en lo genial que seria vivir en uno de sus sueños. Quizás fuese un caballero nacido fuera de época, mascullo para si mismo.
Salio a la calle, y tras de el quedo su reino.
Muy buena descripción del regreso de la batalla y menudo cambio final... jajaja... Es lo bueno de los sueños, que podemos ir a cualquier tiempo a cualquier lugar :)
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