jueves, 28 de junio de 2012

Libre otra vez.

La noche era mi mejor aliada.
A solo unos cientos de metros se encontraba la libertad.
Calcule el tiempo que tardaban los soldados en pasar, la frecuencia con la que los focos barrían el muro, y lo que lardaría en cortar las alambradas de espino.
Hacia meses que tenia planeado esto, y por fin hoy era el día, conseguiría ser libre de nuevo.
Me había criado al otro lado del muro, pero engañado por una inmejorable oferta de trabajo, me traslade a este infierno. Desde el momento en que puse un pie aquí, fui tratado como un esclavo, como un simple numero.
Gracias a dios no hice que mi mujer y mi preciosa hija se mudaran conmigo, eso era lo que me daba fuerzas para seguir viviendo, y para intentar salir de aquí.
Esta vez la guardia estaba tardando mas de lo normal. No dejaba de controlar mi reloj mientras esperaba.
Al menos mi equipaje no me estorbaría, ya que todo lo que tenia algún valor para mi, eran las dos fotos que portaba en mi bolsillo, una de mi mujer sonriendo, y otra de mi pequeña, con apenas un año.
Espero que no se asuste al verme, aunque sera difícil, me fui teniendo ella poco mas de un año, y ahora esta a punto de cumplir los siete.
Pasaron los focos justo cuando debían.
Me agachare un poco mas mientras veo como pasan los guardias.
En un minuto comenzare a correr. Noto como el corazón casi se me sale por la boca.
Comienzo a reptar en dirección a los filas de espinos cortantes, en los cuales aun se ven los cuerpos de otros que lo intentaron antes que yo, y que no lo consiguieron.
Con unas tenazas corto los alambres lo mas rápido que puedo, con cuidado de no herirme con ellos.
Al mirar el reloj veo que voy cumpliendo los plazos que me había marcado.
Paso entre los cortes que acabo de realizar y corro lo mas rápido que mis piernas me permiten.
Doscientos metros, cien, cincuenta, sigo sin mirar atrás hasta alcanzar el muro.
Ya estaba hecho, solo me quedaba saltar y estaría en casa.
Parare unos segundos para respirar y recuperarme de la carrera.
Parece que ya he recuperado mis fuerzas. Retrocedo unos pasos con el fin de coger impulso.
Corro hacia el muro y salto. Consigo agarrarme a la parte superior del mismo y tiro de mis brazos para elevarme. Por fin estoy sobre el. Desde aquí puedo divisar mi casa que esta cuatro calles mas abajo. Sonrío al verla.Ahhhh!!! Siento un fuerte dolor en la espalda. Me llevo la mano hasta el lugar que me provoca tanto malestar, y lo noto húmedo. Miro mi mano y la veo totalmente ensangrentada.
Empieza a costarme respirar, noto como si algo estuviera obstruyendo mi garganta, y un fuerte sabor metálico en la boca.
Me dejo caer al otro lado del muro, sintiendo aun mas dolor, incluso escuchando el sonido de alguna costilla al romperse contra el suelo.
Mientras la sangre brota de mi boca y mis ojos se cierran por ultima vez, solo puedo pensar una cosa, soy libre otra vez.









1 comentario:

  1. Muy bien narrada la tensión de esa huida; solo que el final me recuerda a alguna otra de tus historias. Claro que muchas veces ese final es la mejor liberación para una situación límite.

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