Por suerte, pudo soltarse de el y encaramarse a parte del mástil que salio a flote.
Las aguas cálidas del Caribe estaban ablandando su piel, y haciendo que perdiera su cordura.
Ni una sola embarcación en todo ese tiempo, ni una mínima esperanza.
Había salido a navegar como cada mañana por el que desde su llegada había sido su paraíso particular. Solo, con la única compañía de su música favorita, sus aletas y sus gafas de bucear. Le esperaban para cenar, y confiaba en que al no aparecer, alguien se preocupara y hubieran salido en su búsqueda. Aunque también sabia que simplemente podían haber dado por supuesto que como en tantas otras ocasiones, hubiera decidido pasar la noche contemplando el cielo mar a dentro, o que en su camino cruzase un grupo de ballenas y se hubiera decidido a seguirla sin mas.
La noche fue dura, la temperatura bajo bastante, y tuvo que nadar todo lo que su cuerpo le permitio para no sufrir una hipotermia. En la mañana, sufrió un gran susto, unas aletas al fondo le hicieron verse siendo el desayuno de alguna de las muchas especies de tiburón que surcaban aquellas aguas, pero gracias a dios, solo se trataba de un grupo de delfines mulares.
Ahora, sus mayores problemas eran el agotamiento y el sol de justicia que le azotaba sin clemencia, lo que daría por una de las cervezas frías que siempre llevaba por docenas cuando salia a navegar.
Debía estar empezando a alucinar, ya que de fondo empezó a escuchar su canción, esa del grupo ingles que nunca recordaba el nombre, y que era su himno desde que se traslado a aquella isla, a su propio paraíso tal y como decía la canción. Coloco su mano abierta en su frente para protegerse del sol y poder otear el horizonte. Su corazón se acelero. No estaba alucinando, ya que vio un velero similar al suyo, donde parecía haber una fiesta, ya que aparte de la música, se veía gente en cubierta bailando y bebiendo.
Saco fuerzas de donde no las había y trato de ponerse en pie. En su primer intento no lo logro, e incluso se produjo un pequeño corte en el gemelo de su pierna derecha, nada importante, ya que apenas quedo una manchita de sangre en el agua.
La segunda vez lo consiguió, aunque el esfuerzo era máximo, ya que no podía dejar de mover los pies sobre el trozo de mástil para no volver a caer. Grito y agito sus brazos tratando de llamar la atención. Tras un par de minutos parece que lo consiguió, ya que todos los ocupantes de la embarcación, se asomaron por babor, y con la suavidad que da el viento sobre las velas, empezaron a virar hacia el.
Se dejo caer al agua y se aferro nuevamente a aquella madera que le había mantenido con vida.
Suspiro y pensó en lo acertado de haberse mudado al paraíso, aunque durante la noche se había planteado la decisión, sabia que no existía mejor lugar para vivir.
Cuando sus salvadores se encontraban tan cerca que hasta el mismo coreaba la canción que tanto le gustaba y que escuchaba ya con nitidez, noto que algo tiraba de el hacia abajo. Sintió un dolor tremendo en su pierna, y al momento el mar se tiño de rojo. Mientras trataba de escapar de aquellos dientes que le desgarraban, recordó la pequeña herida, y el buen olfato de los tiburones. Intento subir al mástil nuevamente, pero una de sus piernas ya no estaba donde debería. Golpeo con sus arrugadas manos al escualo, pero este no pareció sentirlo.
El barco estaba cerca. Había aguantado un día. La sangre lo pintaba todo de un color desagradable.
El mar quedo en calma. El paraíso volvió a ser tranquilo.
ME ENCANTA!!! hay que ver como mejoras por días y eso que llevas poco con tu blog.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho imaginar esa tensión dentro de un paisaje paradisiaco. Por un lado estaba deseando llegar al final porque sabía, que como acostumbras, me esperaba un final impactante. Pero no quería que la historia acabara porque, como en las pelis de miedo gusta que esa tensión crezca y crezca.
Felicidades, de verdad... consigues meter al lector muy bien en la historia :)
gracie mile
ResponderEliminar