miércoles, 25 de julio de 2012

Perdiendose en la oscuridad de la noche

                                                                     1

El sol acababa de ponerse y lo único que era capaz de escuchar eran las helices del helicóptero de transporte en el que se encontraba.
Viajaba con la puerta abierta, sentado en el suelo, y con los pies colgando, solo le mantenía anclado al mismo un mosquetón y un pequeño trozo de cuerda amarrado al arnés.
Se había pintado la cara y las manos con colores negros y verdes, para una vez en tierra pasar desapercibido a los ojos del enemigo. También había cubierto la bandera del uniforme y las insignias que marcaban su graduación con algo de cinta americana negra. Las rutinas de siempre, como limpiar y revisar su fusil de asalto, su pistola, munición y machete. Todo estaba perfecto.
Hacia hora y media que habían despegado, y era momento de colocar las cuerdas para realizar el descenso. Cambio el mosquetón al ocho que había dispuesto ya en la cuerda mas larga que le dejaría en tierra, saco su cuerpo del helicóptero, se puso en pie sobre el patín del mismo y coloco un guante en su mano derecha. Paso un minuto mas o menos esperando que el aparato se estabilizara y le dieran la orden de descenso. Cuando la recibió, lanzo la cuerda, miro a su compañero que se encontraba en el patín de enfrente dispuesto igual que el, asintieron ambos con la cabeza y saltaron perdiéndose en la oscuridad de la noche.

                                                                2
El general, un hombre mayor de no menos de 60 años, estaba terminando de cenar en su palacio, conseguido en una de sus victorias durante la ocupación. Mientras los sirvientes recogían la mesa, el se dispuso a tomar su coñac gran reserva y a fumar su puro cubano como hacia cada noche.
La vida le había tratado realmente bien los últimos años, vivía como un rey, y dirigía a sus tropas desde la retaguardia, sin miedo a recibir una bala en el frente, ni a ser emboscado por cualquier soldaducho o miembro de la resistencia. Los tiempos de batallar y luchar a diario habían terminado, y ahora disfrutaba de los placeres de la vida. Poseía caballos, tierras y una joven mujer, que aunque el sabia que no le amaba, al menos era complaciente en la cama, servicial en la rutina y una dama en las reuniones con amigos u otros mandos.
La pareja de dobermans que descansaba a sus pies, empezaban a mostrarse inquietos, así que apuro su copa y se dispuso a sacarlos como cada noche. Se puso sus botas, su gorra, y su pistola, ya que aun sin entrar en batalla, ni vivir como un militar, los soldados que protegían la finca, deberían seguir viéndole como el mando que era. Llamo a los perros, y se encamino al bosque que rodeaba el palacio, al cabo de unos minutos, desapareció, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

                                                             3

Entre los arboles, esperaban impacientes la aparición de su objetivo. Si la información era la correcta, el general salia todas las noches por aquellos parajes a dar un paseo a su perro. No siempre los informes eran precisos, y en mas de una ocasión habían tenido que abortar la misión por esos errores, esperaba que esta no fuera una de esas veces.
Tenia el cuchillo en la mano, ya que no Debian hacer uso de las armas de fuego, si disparaban, la detonación haría que la guardia personal del general saliera en su busca y dificultaría enormemente su extracción.
Todo había sido meticulosamente planeado, su compañero se encargaría del perro y el se ejecutaría al hombre.
Se escucharon ramas partirse bajo los pies de un pesado cuerpo, el momento se acercaba.
Vio como su compañero sacaba un trozo de carne para atraer al animal, y como un perro se acercaba a el rápidamente. Antes de que el animal supiera que pasaba,  un afilado machete cerceno su cuello.
Era su turno, espero a que el hombre se acercara, alzo su cuchillo a la altura de su pecho y se dispuso para degollar al general.
A su derecha escucho un ruido, giro la cabeza y solo le dio tiempo a ver unos afilados colmillos que un segundo después se incrustaban en su garganta.
Lo siguiente, un par de disparos, algunos gritos, y la vida de unos soldados, por una mala información, termino perdiéndose en la oscuridad de la noche.






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