Desde pequeño había tenido ese don, sus juegos eran con caballos deformes, coches cuadrados y entre arboles torpemente trazados. Su primer beso lo recibió de una apuesta joven a la que olvido pintarle los dedos. Su mascota casi siempre había sido el mismo dragón rojo, que repetía cada vez que se sentía solo. Incluso había mantenido una mas o menos larga relación con una voluptuosa guerrera vikinga, aquello había sido casi perfecto, ya que jamas discutieron, no daba tiempo, antes de que sucediera ella se evaporaba en el aire.
Su vida aun sin ser real, había sido intensa y emocionante, mas de lo que nadie jamas hubiera imaginado, pero desde la muerte de su madre, sus pensamientos se habían vuelto tristes, y la recordaba a todas horas. Se había planteado plasmarla en un lienzo para así poder abrazarla, pero sentía temor, ya que jamas había representado a nadie conocido en sus cuadros, y aun menos a nadie que hubiera fallecido.
El despertador había sonado hacia un rato, y al despertar recordaba nitidamente su sueño, había soñado con su madre, así que se dirigió a la sala que utilizaba como estudio, preparo sus utensilios, y comenzó a mover su mano derecha como si fuera un director de orquesta. Con cada desplazamiento de su mano, la imagen de su madre iba creando forma en la blanca tela. Poco después la obra estaba terminada, y como esperaba su madre surgió de la misma. Estaba tal y como la recordaba, la única diferencia era que junto a ella, del cuadro había nacido una oscuridad que inundo la estancia, pero a el no pareció llamarle la atención, se acerco a su amada madre, y sin decir ni una palabra la dio un fuerte abrazo. Primero sintió el calor que ella siempre le transmitía, para después notar como ella se escapaba entre sus manos, como en solo unos segundos ella regresaba al lienzo. Percibió también algo extraño, algo que nunca antes había ocurrido. Tras su madre, parecía incorporarse al cuadro una imagen de el mismo abrazándola. Cuando todo termino, contemplo la pintura y se sorprendió al ver que no era la que el había pintado, el jamás se pintaría a si mismo. Entonces y sin saber el porque comprendió lo que acontecido. Traer a un difunto tenia un coste, y ese coste había sido su don.
Para comprobarlo, dibujo una simple margarita, y como esperaba esta no apareció.
Se sentó en el suelo, puso sus manos sobre la cabeza y pensó:" Quien algo quiere algo le cuesta, me solía decir mi madre, y como siempre ha tenido que ser ella la que me enseñara otra lección."
Qué bonita historia!!! siempre me ha parecido mágico eso de que a través de un pincel pueda surgir cualquier cosa que el pintor desee. Pero a través de tu historia has hecho ese don aún más real.
ResponderEliminarEl final, aunque no sea un final feliz, es muy bueno e impactante. No sé por qué hasta me ha hecho recordar a Oscar Wilde con su Retrato de Dorian Gray. ¿menudo piropo eh? jajaja... pero es lo que pienso, no es sólo para animarte a que sigas escribiendo.
Enhorabuena por la historia :)
Gracie mile
EliminarPreciosa historia, tierna y mágica. Cualquier hijo que ame a su madre daría todos sus dones por abrazarla de nuevo tan solo unos segundos. :)
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