jueves, 20 de septiembre de 2012

El caminante.

La noche se cernía sobre el.
Caminaba sin saber que dirección tomar, y sin ningún destino al que llegar. Hacia días que no comía, de dormir se había olvidado, y todo lo que podía hacer era recordar y llorar.
Una espesa barba enmarcaba su rostro, y la suciedad cubría su vestimenta.
No sentía ningún dolor, aunque debía de tenerlo, ya que en sus zapatillas gastadas, empezaban a aparecer manchas de sangre, probablemente de heridas provocadas de por su incesante caminar.
La gente a su paso se retiraban para que no les tocara aquel tipo con aspecto de vagabundo, y el que siempre había saludado y sonreído a todo el mundo, ahora ni levantaba la vista del suelo.
Sus ojos seguían llorosos, pero ya no tenían lágrimas que brotaran de ellos, ya no podía mas.
Las noches sucedían a los días, la lluvia al sol, los montes a los llanos, y siempre un pie adelantaba al otro sin descanso. No tardo en sentir la brisa del mar, en notar como se acumulaba el salitre en su rostro, y en descubrir donde le guiaban sus maltrechos pies. Pocas horas mas tarde se encontró al borde del mar, en una hermosa y solitaria playa de la costa asturiana. Dejo caer su cuerpo sobre la arena y recordó el día en que la conoció, en ese mismo lugar, y mas o menos sobre esa misma hora.
Su enorme sonrisa, su frágil y hermoso cuerpo, su voz de ángel, su sentido del humor, y aquel primer beso nacido de un juego. Desde entonces una vida juntos, no se habían separado ni un solo día, habían sido la envidia de el resto del mundo, hasta que recibió la llamada fatídica, hasta que le dijeron que había fallecido. Un camionero había perdido el control de su vehículo y había pasado sobre el de ella, destrozando su cuerpo y acabando con su vida. El no supo como reaccionar, solo pudo llorar. Fue entonces cuando comenzó a andar, fue entonces cuando su mente se nublo y perdió la noción del tiempo y de la realidad.
Ahora, sentado en la playa, mirando al infinito, empezaba a notar que las fuerzas le fallaban, que le costaba respirar, y recordó la promesa que le hizo a ella en aquel mismo lugar el día que le pidió matrimonio sobre esa misma arena.
Ya no podía mantener los ojos abiertos, se recosto y trato de visualizarla en su mente.
Mientras la vida se le escapaba, una sonrisa se dibujo en su rostro, y mascullo unas palabras que nadie escucharía:" Ni la muerte nos separara".


2 comentarios:

  1. Vaya... el final deja con el corazón en un puño.

    Preciosa historia de amor, más allá de la vida. Pero creo que esas promesas tan apasionadas es mejor no seguirlas. Si hay esa conexión con el otro lado, seguro que el que se va no quiere ver sufrir al que se queda, aunque a veces puede que sea muy difícil huir de ese sufrimiento.

    Felicidades por la gran descripción que haces al principio del protagonista, tanto de su aspecto como de su interior.

    Y esa primer frase de... "la noche se cernía sobre él" ya atrapa :)

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  2. Romántica, tierna y triste historia.... todo llega, todo pasa.... Lo importante es disfrutarlo y vivirlo sin pensar en los tristes y variopintos finales

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