lunes, 17 de septiembre de 2012

El acantilado.

La lluvia caía suavemente sobre ella, mientras sentada al borde del acantilado contemplaba como las olas rompían con fuerza contra los colosales muros de roca.
Hacia un par de horas que se había sentado allí a reflexionar sobre lo duro que estaba siendo levantarse cada mañana. Este ultimo año no había sido nada fácil, y en vez de mejorar, parecía empeorar a diario. Hoy además había sido especialmente duro, esperaba que le hubieran comunicado un ascenso y nada mas lejos de la realidad, había sido despedida.
Le costaba contener las lágrimas, la rabia la estaba consumiendo, hoy se sentía mas insignificante que nunca, hoy deseaba no haber nacido.
Calculo mentalmente la altura que había hasta el agua, y medito sobre que se sentiría o pensaría en esos metros de caída. En la parte baja del acantilado se veía la famosa cueva de la que todo el mundo le había hablado, un lugar  donde decían que parecía que el tiempo se detenía y que el mundo no existía. Debería haber hecho ese viaje en barca para verla, pero nunca creyó que mereciera la pena.
Dejo caer una piedrecilla y contó los segundos que tardaba en llegar al agua:" Uno, dos, tres, cuatro, cinco."
Le encantaba el estruendo que producían las olas. Eran como pequeñas explosiones seguidas de un desgarrar de ropas. Desde pequeña le habían fascinado los acantilados, eran su lugar favorito.
Volvió a contemplar el espacio entre ella y el mar, y decidió que había llegado la hora.
Se puso en pie, dio la espalda al acantilado, y con pequeños pasos se puso al borde del mismo.
Contó hasta tres, cogió aire y salto al abismo.
La adrenalina que le producía saltar era inenarrable. Freno el ritmo de la caída bajando su mano derecha. Rapelar siempre la relajaba, y hoy lo necesitaba, así que siguió descendiendo por la pared de roca y esperando que la visión de la cueva la hiciera sentir todo lo bien que le habían dicho. De no ser así no pasaría nada, ya tendría días mejores.

1 comentario:

  1. Buena historia :) Con lo que me gustan los acantilados, fue fácil ponerme al principio en la piel de la protagonista. Pero cuando todo parecía ir camino de lo inevitable, tu tecla maestra (no diré pluma porque supongo que escribes en el ordenador), lo arregla y nos sorprende Y eso que tengo que reconocer que no entendía lo de frenar con la mano derecha y hasta tuve que buscar "rapelar"... pero muy bien, porque encima... "no te acostarás sin saber una cosa más :)

    Ah... y la me ha encantado recordar viejos tiempos de Fangoria

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