al girar la llave y empujar la puerta volvió a contemplar la entrada vacía, con sus 2 chaquetas y el bolso colgados en el perchero, y esa caja tirada en el suelo que le recordaba los días en que casi todo fue empaquetado.
Miro a su izquierda, la cocina desierta, ahora con olor a humedad que siempre le hacia sonreír, pues a su memoria acudían imagenes de una batalla de niños con pistolas de agua.
Paso al salón, esa estancia con casi todos los muebles en su sitio, poca luz pues las persianas se mantenían bajadas desde hace meses, alargo la mano hacia su acompañante, y la invito a sentarse en ese sofá de esquina que en otros tiempos estuvo lleno de cojines, saco su mechero, y encendió una vela que deposito cuidadosamente en una especie de mesilla, decorada con purpurina y lentejuelas, que pese a no serlo, no tenia nada que envidiar a las mas majestuosas mesas de comedor.
iluminado solo por esa pequeña llama, se inclino sobre su acompañante y le aparto el pelo suavemente de la cara. Era una chica morena, delgada, con un bonito cuerpo y una deslumbrante sonrisa.
Los dos sabían porque se habían desplazado hasta ese apartado pueblecillo sin encanto, ambos deseaban desde hacia muchisimo tiempo que llegara ese momento, así que sin mas dilación, sus labios se encontraron, sus lenguas se entrelazaron y sus dedos empezaron a descubrir los cuerpo, sin dejar ni un centímetro de piel por explorar.
El siguió los mismos rituales que había realizado tantas veces en aquella misma estancia, las mismas caricias, los mismos besos, cayo de rodillas como siempre, lamió como nunca. las respuestas fueron las esperadas, manos sobre su cabeza, presiones certeras y exalaciones incontroladas.
Poco después sus cuerpos se entrelazaron, ella se tumbo sobre el, y continuo el baile lento y apasionado que a el tanto le había gustado, intercambiaron posiciones y no cesaron en su danza, por el contrario esta se volvió mas intensa.
En esos momento el mantenía los ojos cerrados, no paraba de acariciarla, de besarla, e incluso de olerla, poco a poco se fue trasladando a tiempos mejores vividos en ese mismo sofá, tanto fue así que en determinado momento, el dijo su nombre seguido de un TE QUIERO.
Todo paro, el tiempo al igual que ella se detuvo, una ola de frió recorrió el pequeño salón y el quiso morir.
No había dicho el nombre de su acompañante, sino el de la antigua moradora de la casa.
Se separo de la hermosa chica y le pidió disculpas.
Ella muy indignada se vistió en silencio, y el copio sus movimientos, sin hablar se dirigieron a la puerta. Ella salio primero, y el, mientras introducía la llave en la cerradura e iba entornando la puerta se repito en su interior : "TE AMO MI NIÑA"
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