martes, 23 de julio de 2024

Adiós mentiras.

 

Parece mentira, pensaba mientras tomaba un granizado sentado el el parque Garibaldi, con la ciudad eterna a sus pies.

Llevaba en la tierra mas tiempo del que pudiera recordar. Le mandaron a ella para ayudar y guiar al ser humano en su evolución, y aunque en muchos aspectos habían aprendido y cada vez eran mas civilizados, había algo en lo que no cambiaban, que le ocasionaba guerras, disputas familiares y rupturas de parejas.

El ser humano era mentiroso por naturaleza, da igual la confianza que tuvieran, incluso daba igual que les dijeras que no sabían mentir y que siempre se notaba que lo hacían, todo daba igual, ellos seguían haciéndolo creyendo que eran mas listos que los demás y que nadie se daría cuenta.

Mintió Cleopatra, mintió Cesar, Alejandro Magno, Carlos V, Napoleón y así podría seguir y enumerar desde el primer hasta el ultimo miembro de esta especie.

Los niños mienten cuando tiran algo, aunque les vean, siempre dicen que ellos no han sido.

El granizado estaba casi acabado y mirando al fondo del vaso pensó: “La sociedad también debe acabar.”

Se había cansado de ser compasivo, estaba harto de luchar por ellos e interferir ante los dioses justificando la falta de tiempo que había tenido para guiarles, ganando siglos para que modificaran su conducta. De nada había servido.

Siempre pensó que los hombres eran buenos por naturaleza, pero poco a poco había dejado de creerlo, el ser humano era egoísta, avaricioso y sobre todo mentiroso.

Sentía que había desperdiciado unos milenios muy valiosos, que quizás de haber hecho antes lo que tenia que hacer, hubiera surgido otra especie mas inteligente y menos engreída.

Estrujo el vaso en su mano hasta hacerlo una bola y suspiro.

Ya no creía en ellos y que mejor que la ciudad eterna para marcar el fin de la humanidad.

Alzo sus manos al cielo, invoco la furia de los dioses y bajo sus brazos de golpe con un ensordecedor grito de rabia.

Del cielo descendieron columnas de fuego que al chocar contra el suelo generaban devastadores incendios y terrible temblores.

La tierra se abría, se desgarraba, brotando ríos de lava por doquier.

Vio caer el coliseo, contemplo como la plaza de San Pedro se tornaba en volcán, vio a la gente llorar y perecer.

La tierra se hundía bajo sus pies, pero el se mantenía en el mismo lugar, suspendido en el aire, con un gesto triste, pero a la vez calmado.

Cerro los ojos unos segundos a modo de despedía y se desvaneció en el aire.

Quizás algún día otra especie evolucionara y el tendría que volver, quizás el mundo tendría lo que se merecía, mientras tanto las mentiras habrían desaparecido.




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