Estaba tumbado y el silencio llenaba la habitación aunque no sus pensamientos.
Hacia horas que permanecía tendido en el suelo, había sido un mal viaje y lo que debía haber sido una fiesta se torno en pesadilla.
La cerveza y el añejo de malta surtieron su efecto, bailo al son de la música, aunque no la escuchaba.
Quien en su sano juicio diría que no a las suculentas rayas que le ofrecían, tan bien hechas, tan blancas, en ese espejo que habían descolgado de la pared solo para ello, en el que podía ver su reflejo al esnifar aquella mágica sustancia.
Puffffff, fue como un balonazo que acertara el centro de su cabeza, nada mas tomarla noto que aquello era distinto, que nunca había tomado nada igual.
Su cabeza empezó a dar vueltas y perdió la noción de donde o con quien estaba.
Sin tener claro por que, se vio hablando en extrañas lenguas, o al menos a el se lo parecía, simplemente balbuceaba, se sintió tan fuerte que intento levantar el sofá con sus amigos encima y creyó que lo hacia, pero nada mas lejos de la realidad, todos se reían de el y de su cara de esfuerzo mientras el sofá no se movió ni un milímetro.
Después se puso a saltar, intentando dar con la cabeza en el techo, cosa que era imposible, ya que aquella casa tenia los techos abovedados a no menos de cinco metros, pero el sentía que volaba y llegaba con facilidad. Del rato que estuvo persiguiendo pitufos por toda la casa, quizás os hable en otro momento.
Tenia sed, mucha sed, así que decidió tomar una mierda que pidió en alguna ocasión para una chica que le había marcado sin saber porque, vodka con Red Bull. No podía estar mas malo, pero como la sensación de tener la garganta seca le estaba matando, se lo bebió de un trago. Mal hecho, sintió otro golpe en la cabeza y unas terribles ganas de vomitar. Siguió intentando proezas imposibles, pero no tan raras, o acaso nadie ha intentado subir andando por la pared, lamer el fondo de una botella de whisky, hacer un ejercicio de anillas sujetando unas cortinas, un triple mortal tomando como trampolín la mesa del salón o jugar a ser Guillermo Tell con un arco que trajo de alguno de sus viajes a África. Aquí fue donde la gente se asusto y se marcho, nadie quería acabar con una flecha incrustada en su cabeza por un mal pedo.
Cuando la gente se marcho, cuando todo estuvo en silencio, cuando ya no quería impresionar a nadie y a nadie le preocupaba, se acerco al viejo tocadiscos del salón y rebuscando en la estantería encontró el vinilo que quería.
Lo saco de su funda y tras depositar la aguja con suavidad sobre sus surcos, la música de Radiohead lleno la estancia.
Se desplomo en el suelo, sus labios acompañaban la letra pero sin emitir ningún sonido.
Los recuerdos de la chica del vodka llenaron su cabeza.
El era feliz porque ella era feliz, pero si algo le diferenciaba del resto del mundo es que tenia la cualidad de analizar situaciones y prever el desenlace de las mismas. El ser humano era tan predecible.... Como era normal en el, ya que el tiempo le había enseñado a ser discreto, aunque tuviera claro el desenlace de los acontecimientos, sabia que tenia que callar y dejar que la vida siguiera su curso.
Lloro en silencio mientras ahora si, entre sollozos, canto, canto y canto, hasta quedarse dormido.
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