Esto solo es una forma de gritar en silencio al mundo todo lo que siento, como lo siento, pero atraves de breves historias sin importancia.
Para los que no me conozcan dire que no soy nadie, y para los que si tengan esa mala suerte, les pido disculpas de antemano por airear sentimientos con los cuales quizas se sientan identificados.
Era tarde, más o menos las dos de la madrugada, cuando volvía a
casa.
Caminaba absorto
en mis pensamientos, en la cena tan placentera que había tenido y en lo grato
que había sido la compañía de Aida. Tendría que repetir.
Miré al frente y
entre los setos del jardín vi a alguien observándome. Me detuve
instintivamente.
Tenía melena
rubia, su color blanquecino y unos ojos de un penetrante azul que parecía
inhumano.
Lucía un elegante
vestido negro, y sus manos aparecían con los dedos juntos y estirado en mi
dirección como si esperara que le entregara algo.
Sentí miedo. Un
escalofrió recorrió mi espalda y aunque creía que seguía caminando en dirección
a la puerta, no era así. Desde que la vi me había quedado petrificado como una
estatua.
Poco a poco, con
cautela, comencé de nuevo a caminar, casi arrastrando los pies, incluso diría
que medio de lado por si tenía que dar la vuelta y salir corriendo.
Un paso, otro, uno
más, y con cada centímetro que avanzaba la veía más nítida, y a la vez mas
pálida.
Saque el teléfono
del bolsillo y poniéndolo frente a mi cara, haciendo como si mirara un mensaje,
encendí la cámara para mirar a aquella extraña rubia a través del zoom de la
misma. No quería seguir acercándome sin saber a quién o a que lo hacía.
Al llegar a casa
reí, reí mucho, y no me quedo más remedio que enviar la foto de aquel extraño
ente a la chica con la que había cenado, y reír con ella durante un rato, ya
que aquel susto me lo había dado una muñeca que alguien había colocado entre
los setos del jardín.
Aunque he de
deciros que creo que al pasar a su lado, la muñeca giro su cabeza y me siguió
con la mirada.
¿No os ha pasado
nunca con algún muñeco de vuestra habitación?, ¿Nunca te has sentido observado
mientras duermes?.
Como cuatro extraños compartían mesa en aquel primer tren de
la mañana a Barcelona.
Mientras Jorge y Eva miraban la televisión, viendo una de
esas malas películas españolas que suelen poner en los viajes, German trataba
de dormir y entre cabezada y cabezada pensaba en las múltiples reuniones que
tendría en los próximos dos días.
El cuarto en discordia tenía un aire distraído, como si
aquello no fuera con él. Era el más nuevo en aquel equipo, prácticamente un
desconocido, y aunque parecía un tipo de carácter afable, incluso divertido en
ocasiones, realmente no sabían nada de él.
Cada vez que Jorge reía, el en su interior reía aún más. “Si
supieras lo que te espera no reirías tanto.”- Pensó sin cambiar su rictus
serio.
Pasaban de las 7:15h y casi nada había cambiado, el sol aun
no aparecía por las ventanas del vagón, la mayoría de los pasajeros seguían
durmiendo, y Fran, el cuarto en discordia, seguía sintiendo un calor sofocante.
No sabía si era por el constipado que arrastraba o por la ansiedad que su plan
le ocasionaba, fuese como fuese empezó a sudar.
Sin saber porque comenzó a sentirse mal por Eva, era el día
del cumpleaños de su hijo y ella estaba metida en aquel viaje. “¿Cómo se
llamaba a aquello?,¿Daños colaterales?”- Su cabeza no paraba de pensar cosas
sin sentido.
Contemplo en el reflejo de la ventana que German dormía.
Esta vez si sonrió, incluso se le escapo una leve carcajada, por la que medio
vagón acabo mirándole, aunque no le importo. Su maléfico plan ya no tenía
marcha atrás. Sonriendo esta vez para si mismo, se imaginó con la risa maligna
de los malos de las películas de dibujos que tanto le gustaba ver.
Se agacho como para recoger el ordenador en el que parecía
estar trabajando, y sin que nadie se diera cuenta puso en marcha aquel acto de
maldad máxima, aquella acción que solo se le podría haber ocurrido al más
perverso de los villanos de cómic. Ya solo quedaba esperar a que el tren
llegara a su destino para que tener su final apoteósico.
Las 8:35h. Los pasajeros empezaban a ponerse en pie ante la
proximidad de la estación. Fran se levantó, cogió su maletín y sin decir nada
se apartó de sus compañeros, pero sin perderles de vista, esperando que todo
estallara.
Un minuto después, cuando sus compañeros de viaje intentaron levantarse, llego el sobresalto, Jorge acabo por el suelo, German con la pierna
estirada de mala manera, y Eva riendo sin control.
El plan maquiavélico había surtido efecto, había atado los
cordones de los zapatos de German a los de Jorge, y al intentar levantarse se
había caído. Una broma infantil, pero el demonio que todos llevamos dentro le
había hecho hacerlo, sin pensar en las consecuencias, en que eran sus jefes y
que probablemente aquello no sería bueno para él. “¿Y lo que me he reído?” –
Pensó mientras bajaba del tren sin mirar atrás.
Siempre se había sentido especial, como uno de aquellos caballeros de reluciente armadura, como el defensor de las nobles causas, el valedor de la justicia.
Cuando conoció a aquella damisela se sintió incluso mas grande, por fin portaría un pañuelo en su lanza como muestra de afecto.
Día tras día el afecto que sentía por ella crecía de manera exponencial, era algo que no podía controlar. Aunque ella estuviera en otro reino, el sentía devoción y admiración hacia su persona.
Los días pasaron, el la adoraba, y no paraba de repetir que le encantaba, incluso llego a decir que la amaba. Todo en el era sentimiento y pasión.
Cuando la invitaba a cantar o bailar ella aceptaba sin dudarlo, y siempre que el estaba cerca ella reía sin parar.
No podía sentirse mas feliz.
Pasaron los meses, y ella le contaba de su cautiverio en su jaula de oro, de su atlético pretendiente, hablaban de lo humano y lo divino, del sol y la luna, del amor y la desdicha. Él se sentía cerca, sentía complicidad.
Una mañana escucho un ruido cerca mientras hablaban e inquieto se puso a mirar a su alrededor, pero no vio nada. Esa misma tarde el sonido le volvió a sobresaltar mientras reían, y no pudo mas que levantarse, recorrer todas las estancias en busca del sonido, hasta casi volverse loco. Cuanto mas se movía mas lo escuchaba, pero volvió a no encontrar el origen de aquello.
Al caer la noche seguían charlando, y el sonido se metió en su cabeza de nuevo, sonaba muy cercano.
Escucho. hasta descubrir a que sonaba aquello, eran cascabeles.
Sonaban mas cerca de lo que él recordaba, como si estuvieran sobre su cabeza. Levanto la mirada y comprendió todo.
Supo porque siempre bailaba con el, porque cantaba y el motivo por el que reía sin cesar.
Sobre su cabeza había un colorido gorro, naranja y amarillo, con varias puntas, y de cada una de ellas colgaba un pequeño cascabel. Miro a sus pies y unos puntiagudos zapatos rematados con aquellos sonoros elementos metálicos y de los mismos vivos colores vestían sus pies.
Todo cobraba sentido, simplemente era un bufón, el bufón de un cuento de hadas en el que solo podía ser el secundario cómico.
Se levanto, respiro profundamente y se puso a bailar, si aquel era su cometido, al menos lo haría lo mejor que supiera, no pararía de hacerla reir hasta que alguien pusiera el fin a aquel cuento.
Pasaban las 11 de la noche y los clientes se resistían a marcharse.
Seguíamos charlando y tomando algo en la terraza de mi hotel, que esta vez había escogido con mimo para tener todo a mano. Me habían hablado de el buen ambiente y las maravillosas vistas de este remodelado hotel en la plaza de Santa Ana. Anteriormente era el centro neuralgico de la tauromaquia madrileña, y ahora se había convertido en algo mas glamuroso, siempre con algún famoso en sus habitaciones y con gente guapa en su terraza, ideal para impresionar a los clientes que había venido a ver.
Cuando el reloj marcaba las 12, por fin se levantaron y se despidieron de mi. Me alegre bastante, ya que había madrugado y estaba roto. Mientras recogía los dossieres y folletos con los que habíamos estado trabajando, un intenso y embriagador olor a perfume despertó mi interés. Subí la mirada y frente a mi, justo al otro lado de la pequeña mesa se alzaba una impresionante mujer.
No se que me llamo mas la atención, si su negra melena, sus penetrantes ojos negros, el rojo pasión de sus labios, o ese vestido, también negro, tan elegante y sugerente a la vez.
Era una chica joven, no aparentaba mas de 30 años, y con los tacones debía rondar casi el metro ochenta.
Creo que lo que mas me sorprendió no fue lo bien que le sentaba el vestido de noche a sus insinuantes curvas, sino el descaro con el que se comporto. Se sentó en uno de los sillones que habían ocupado hasta hace un minuto mis clientes y al mirarla me dijo:" No tienes que irte sino quieres, no me molestas demasiado."
"¿Que?" - Pregunte por inercia-"¿No crees que vas de sobrada niña?"- Pregunte medio sonriendo.
Me miro, sonrió y soltó:" Hablo de putas la polvillos"
Al escucharlo me puse a reír como un idiota, me había caído bien aquella chica insolente.
Llame a la camarera, pedí un escoces para mi y creo recordar que ella bebió un gin tonic.
Charlamos durante un par de horas y consumimos otras tantas copas. No dejaba de sorprenderme con aquella desconocida, a la que en aquel momento aun no había preguntado el nombre. Era irreverente en el habla, pero por otro lado tenia modales de femme fatal o de recatada niña de clase alta.
Tras la tercera o cuarta copa, no recuerdo bien, le dije que me marchaba, que estaba cansado y que al día siguiente tendría que salir para Sevilla a primera hora.
Me miro, puso cara de no haber roto un plato en su vida, y pregunto:"¿No vas a invitar a Lola a la penúltima en tu habitación?"
Aunque había fantaseado durante la conversación con proponerselo, lo despampanante que se veía me había frenado de intentarlo, ya que daba por descontado que seria rechazado.
Me puse en pie, cogí su mano y con un gesto la invite a seguirme. El corto recorrido hasta el ascensor y el descender del mismo hasta mi habitación lo hicimos en completo silencio. Abrí la puerta, entramos y ella se tiro en la cama como si fuese la suya propia, Nunca había visto a alguien que pareciera vivir con menos preocupación.
Me acerque al mueble bar, saque dos de esas pequeñas botellitas de su interior y un par de refrescos, prepare las copas y le acerque la suya.
Me senté en la cama a su lado y con los pies me quite los zapatos, que por cierto me estaban matando.
Lola, que así había dicho que se llamaba, se levanto y se puso frente a mi. Me quito la copa de la mano y la dejo en la mesilla. sin decir ni una palabra, me quito la americana y la arrojo al otro extremo de la habitación, me quito la corbata sin deshacer el nudo y pasándola sobre su morena melena se la coloco en su cuello. Desabrocho todos y cada uno de los botones de mi camisa, besando mi pecho al hacerlo y marcándolo con su rojo pintalabios de Chanel. Mi camisa corrió la misma suerte que la americana, pero en la esquina contraria.
Rodeo la cama, se subió a ella de rodillas y mientras besaba mi cuello tiro de mis brazos para unirlos en la espalda, se quito la corbata y con el mismo nudo que yo había hecho esa mañana, la uso para atarme las manos lo mas fuerte que pudo. Esto me provoco una excitación terrible.
Bajo de la cama y volvió a situarse frente a mi. Tiro de mi cabeza para indicarme que me pusiera en pie, y así lo hice. Se arrodillo, con maestría desabrocho mi cinturón y el pantalón, tanto fue así, que sin darme cuenta este estaba en el suelo. levante los pies para sacarlo, y como no, también fue arrojado a una esquina. Con suavidad bajo mis slip y me empujo levemente para que me sentara.
Mientras notaba sus fríos y suaves dedos en mi sexo, dijo:" Curioso, ya tengo algo bueno que contar de ti."
Me sonroje y para disimularlo trate de reír, pero en ese momento sentí su lengua ascendiendo desde mis huevos y no pude mas que morderme los labios para evitar un gemido de placer.
Su boca me provoco sensaciones que hacia tiempo que había olvidado, estuvo apunto de provocar mi eyaculación, pero cuando noto como estaba, se detuvo se rió como la niña que era, y se acerco al mueble bar. No me di cuenta de lo que había hecho, hasta que la grite:" ¡Seras cabrona!"
Un frió intenso había recorrido todo mi cuerpo. La mire y vi como tenia en sus manos los cubitos de hielo que quedaban en el bar, y como no dejaba de frotarlos por mi sexo, provocando que este dejara de estar erecto. Lola no paraba de reír, estaba disfrutando como una enana.
Se puso en pie, me indico que me tumbara, y se metió los hielos en la boca.
Yo obedecí, y seguí mirándola esperando su próximo movimiento.
Bajo la cremallera de su vestido, y con un movimiento de cintura hizo que este se deslizara por su cuerpo hasta caer al suelo. Con el mismo arte se quito el precioso sujetador negro y las braguitas a juego.
Su cuerpo era aun mas fascinante de lo que imaginaba, sus pechos firmes, su cintura bien dibujada y su pubis totalmente depilado y apetecible.
Saco el poco hielo que quedaba en su boca y comenzó a frotar sus rosados pezones con el, haciendo que estos reaccionaran al gélido cubito y se convirtieran con su dureza en el objeto de mi deseo.
Se sentó sobre mis piernas y muy despacio subió por mi cuerpo sin dejar de frotar su clítoris contra mi cuerpo. Al notar como rozaba mi polla, esta volvió a su estado de erección, pero ella no se detuvo allí, y siguió subiendo por mi vientre, mi pecho, hasta que llego a mi boca. Se sentó sobre ella y sutilmente sus caderas iniciaron un movimiento bamboleante.
No me quedo mas remedio que abrir la boca, sacar mi lengua y dejar que esta explorara dentro de su coño mientras mi labio notaba una y otra vez la embestida del clítoris.
No recuerdo cuantas veces se corrió así, pero se que lo hizo.
Cuando creí que no podía mas, descendió de nuevo rozándose con mi pecho y mi vientre, hasta que llego a mi sexo. No se si seria pericia o casualidad, pero sin hacer ningún movimiento brusco, simplemente con ese descender, acabe dentro de ella.
Del resto solo diré que tuvo momentos dulces y momentos salvajes, pero que fue mas que placentero para los ambos.
Y también contare que llegue tarde al tren, que mi cama estaba vacía cuando desperté, y que desde entonces, siempre que viajo a Madrid, llevo la misma corbata, me alojo en el mismo hotel y ocupo la misma mesa en la terraza.
Por cierto, si alguno de ustedes es de Madrid y conoce a una chica que se llame Lola o Lolita, que la diga que la estoy buscando, que su recuerdo me atormenta y su ausencia me mata.
¿Donde estas, lola, Lolita, Lola?
Entro cuan elefante en cacharrería, espada en alto y gritando enfurecido:"¿Donde están esos bribones?, Por dios que he de rebanarles el gaznate cuan ave de corral antes de la cena del día de nuestro señor."
Los asistentes inconscientemente se asustaron y se echaron atrás en sus bancos.
Salto sobre las mesas, blandiendo su acero, pasando de cuello en cuello mientras escrutaba las cara de aquel al que correspondiera notar el frió del afilado metal, tratando de dilucidar si sabían o no donde se encontraban los culpables de aquel monumental enfado.
Se acerco al tabernero y envainando su arma le pido una jarra de su mejor vino.
Se recostó sobre la barra de madera y comenzó a sollozar como un niño.
La esposa del posadero se acerco y pregunto:"¿Que le sucede vuestra merced? ¿Que os aflige?"
El caballero se despojo de su sombrero, meso con cuidado la pluma del mismo y procedió a relatar a la dama:
"Cuando llegue a casa encontré a mi esposa yaciendo con el mozo de cuadras, le perseguí por toda la casa, hasta que llegue a la cocina. Allí le perdí de vista, pero tropecé con el cocinero, al cual pregunte si había visto pasar al mozo desnudo. me dijo que no, y pregunto me que porque iba desnudo y porque le había yo de perseguir. Le conté lo acaecido y lejos de animarme se sorprendió, pero no por el mozo, sino por como exclamo sin darse cuenta - ¡la muy puta de la señora!, no tuvo bastante conmigo esta mañana que ademas necesito del mozo de cuadras.
Bien sabe dios que tarde mas que el en reaccionar, sino ya su cuerpo estaría frió y mi espada ensangrentada, pero cuando quise reaccionar él ya había salido corriendo y se encontraba lejos de mi alcance.
Según salia a por el me encontré con mi fiel escudero, un muchacho de no mas de 16 primaveras, y le pedí ayuda para encontrar a esos dos bellacos que habían mancillado mi nombre, mi cama y a mi esposa. El muchacho entro en cólera y salio a la carrera a buscarlos, mientras gritaba : ¡Salid de vuestro escondite gallinas! Me dijisteis que solo yo gozaría de los senos y caricias de la señora.
Imagine mi furia y rabia, yo de justa en justa y mi mujer de hombre en hombre."
Buahhhhhhhhhhhhhh!!!!! Lloro voz en grito.
De detrás de la barra aparecieron 3 cabezas y al unisono dijeron:"Menos justar y mas amar, sino nunca sabrán con quien sus damas van a retozar."
El telón descendió desde el techo del teatro y los antes sobresaltados asistentes se pusieron en pie aplaudiendo y riendo sin cesar.
La obra había merecido la pena, y aquella noche seguro que mas de uno de ellos habría aprendido la lección y al llegar a casa se preocuparía de que su amada no se sintiera sola, no quedara aislada en el salón mientras ellos dormían como borregos.
Había salido a pasear, y tenia un rumbo preestablecido en su cabeza.
Tomaría algo el el café de la luz, se había quedado con ganas de conocerlo tras tanto oír hablar de el, e incluso fantasear con conocer a aquella chica que le fascinado tanto tomando un café en una de su mesas.
Después iría al templo de Debot. Toda la cultura egipcia siempre le había fascinado, y cualquiera pensaría que ese era el motivo de su visita. Sin embargo su mirada se perdía por el césped que rodeaba aquella milenaria construcción. Buscaba a una lectora despreocupada, a alguien que rivalizaría en belleza con el entorno, pero no la encontró.
Decidido a seguir paseando acabo en una de las zonas de Madrid que mas ha mejorado en los últimos años, la zona aledaña al rió manzanares. Se sentó en un banco y paso horas contemplando pasar uno tras otro a cientos de patinadores y ciclistas, pero su mirada estaba baja, buscaba algo en concreto, unos pantalones vaqueros rotos sobre unos patines.
La noche comenzó a caer, el frió era cada vez mas intenso, así que se levanto y cruzo el puente de Segovia en dirección al viaducto. Girando a la derecha se dirigió a la puerta de Toledo, y se le escapo una leve sonrisa al pasar por delante de lo que ahora se llamaba "Mondino Remenber club", en sus tiempos eran muchas las noches de domingo que había pasado allí, cuando el local era conocido como "Friends". Mientras rememoraba la ultima ocasión en la que lo visito, siguió caminando con rumbo a la estación de Atocha. Al llegar a ella se decidió a seguir caminando en vez de coger el tren a casa.
Rodeo el parque del buen retiro. No dejaba de pensar en como habría sido dar aquel paseo acompañado por aquella chica con la que soñaba. Cuando la noche era la que dominaba todo, llego de nuevo a la estación. Subió a su tren y se encamino a Alcala de Henares.
Mientras escuchaba el traqueteo del tren, pensó en lo alcalaino que era él. Sin lugar a dudas podría haber sido un personaje de una de las novelas de Cervantes, Siempre se había sentido un caballero andante nacido fuera de su época, había mitificado a su propia dama como hiciera Don Quijote con su Dulcinea del Toboso, tenia sus propios gigantes, que en estes caso eran aun mas invencibles que los molinos. Lo peor de todo es que el sabia que nada era real, Un tiempo equivocado, antes o después habría sido perfecto, pero ahora solo era un simple caballero perdido en un mundo que no comprendía.
Al final como decía la canción si es pecado ser sincero, el había pecado. Su sinceridad le convertía en un loco, o quizás en un imbécil, dicho con cariño, eso si. Pero al fin y al cabo, es mejor estar loco y vivir que ser gris para toda tu vida.
Se durmió en el tren, y para su sorpresa despertó en Guadalajara, que no deja de ser:"En un lugar de la Mancha..."
El día no podía haber comenzado peor. No eran ni las 12 y ya no podía mas.
Se había levantado temprano como de costumbre, se había duchado, rasurado su barba produciéndose un pequeño corte, había desayunado sin problema y se había torcido un tobillo, llegando a caerse mientras sacaba a su fiel mascota. Habìa tenido que cambiarse de nuevo, pues su impoluto traje quedo en un estado lamentable por la caída. "Cosas que pasan"- Pensó.
Tras esto se había montado en el coche pensando en que a esa hora nunca tendría trafico, había puesto música para distraerse, ya que su cabeza esa mañana no daba para noticias. Apenas llevaba 3 canciones y se encontró un atasco descomunal. Siendo optimista como siempre pensó en que al fin y al cabo tenia tiempo de sobra, así que detuvo su coche en una gasolinera para tomar un café mientras el trafico se descongestionaba. Como cada vez que desayunaba, se puso a ojear sus redes sociales, las portadas de los periódicos y a fumar un cigarro. El café no estaba especialmente bueno, mas bien todo lo contrario, tanto fue así que dejo mas de la mitad en el vaso. Continuo su marcha, pero no dejaba de pensar en el dichoso café, tanto fue así que 10 minutos después acabo deteniendo el vehículo a un lado de la carretera, bajo con cuidado y saliendo fuera de la carretera se agacho a vomitar.Una vez en el interior del coche y cuando se disponía a re emprender la marcha, un pinchazo recorrió su cabeza y tuvo la sensación se que todo le daba vueltas, se estaba mareando. Tumbo un poco mas el asiento y recostándose cerro los ojos para ver si mejoraba. No sabia el tiempo que había transcurrido cuando escucho que alguien golpeaba la ventanilla. Sobresaltado se incorporo y vio a un agente de la guardia civil con su habitual atuendo verde y su gorra a juego. Bajo la ventanilla y el agente le pregunto que que hacia allí parado, le pidió la documentación y le dijo que sino sabia que tenia que señalizar con los triángulos su posición.
"Lo que me faltaba hoy, una multa" mientras pensaba esto sintió de nuevo ganas de vomitar. Le pidió al agente que le dejara salir y poco después de abrir la puerta no pudo controlarse y vomito.
Explico al guardia porque había parado y este se mostró comprensivo, pero le pidió que se retirara lo antes posible de la calzada. Le saludo y se marcho.
Un par de minutos después, se sintió algo mejor, así que coloco de nuevo el asiento, arranco el motor y se dispuso a desandar el camino recorrido.
Llego a casa, encendió el ordenador y casi lo primero que apareció en la pantalla fue:" tienes obsesión conmigo."
Él intento sonreír y respondió:" me pillo un atasco de la leche y me canse de esperar así que me di la vuelta y me vine a casa a preparar unos presupuestos."
Era la primera vez que la mentía, pero por un lado era una mentira piadosa, y por otro, tampoco tenia importancia, al fin y al cabo tampoco le preocuparía con sus historias.
Después una canción, una charla banal y alguna que otra sonrisa por parte de ella.
Se recostó en el sofá intentando que su cabeza dejara de latir con tanta fuerza y tratando de acomodar el tobillo para que se calmaran las punzadas que le estaban dando, cerro los ojos y se dijo para si mismo: " Eres muy tonto. Disimula.Un día mas, un día normal"
Aunque no hacia frio, él vestía su largo abrigo de ese color que nunca supo como se llamaba, entre marrón y beige, que le cubría desde el cuello hasta mas abajo de la rodilla. faltaban pocos minutos para las 8 de la mañana, y como esperaba, al fondo apareció la chica del sombrero. Puntual a su cita como cada día.
La observo desde la distancia. Ella era hermosa, quizás la mujer mas atractiva que el jamás conociera. Bajo el rojo sombrero aparecía una melena castaña bien cuidada, unas facciones de muñeca que en una ocasión había visto mutar a gesto infernal tras el desplante de un cliente, unos labios sensuales y una pronunciada barbilla.
Cuando sonreía era como si el mundo se parase a contemplarla, pero cierto es que rara vez la había visto hacerlo.
Como cada mañana, caminaba con aire distraído, mirado al suelo y pensando en sus cosas, que aun sin saber que serian, no parecían tenerla muy feliz.
Él recordó el día en que por despiste tropezó con ella, y lo cálido de su voz al disculparse. Desde la primera vez que la vio no podía dejar de pensar en ella, en como seria tomarse un café, acudir a una representación de Turandot, o pasear por una desierta playa caribeña sin nada mejor que hacer que charlar y conocerse. Pero el ya sabia que todo aquello no pasaría, y no porque el no lo deseara, sino porque había descubierto que tenia pareja. Un tipo del que mejor no decir nada, pero que parecía de esos que abrían los muebles sin usar los tiradores, dejando sus dedazos marcados por todas partes. Cuando él lo vio, lo primero que pensó fue:" Algunos tienen mucha mas suerte de la que merecen y son tan ciegos que nunca se darán cuenta."
Y por otro lado, como su madre le había dicho desde pequeño :" hijo, siempre ha habido gente con clase y clases de gente"- Y estaba claro que ella, con esos zapatos de Blahnik , su sombrero de Gucci y esa elegancia al caminar, era alguien con mucha clase, y él, bueno, el era como era.
Cruzo la calle de forma apresurada mientras ella abría la puerta del banco donde era directora, y cuando ella se disponía a cerrarla, empujó la puerta haciendo que la chica del sombrero tropezara y casi perdiera el equilibrio.
Saco del abrigo una pistola semiautomática y con voz muy tranquila y amable se dirigió a ella diciendo :"Buenos días Sra.Directora. No tengo ninguna intención de hacerla daño ni de hacerla perder mas tiempo del necesario. Le ruego deposite todo el dinero que sea posible en esta bolsa." -Alargo la mano ofreciéndole una bolsa de plástico del supermercado de la esquina y continuo hablando: "Lamento que su día empiece de esta forma tan terrible, pero todos tenemos que sacar para comer de donde sea."
Ella se puso nerviosa, aunque siempre había creído que podría con un atraco, el hecho de verse sola en la sucursal la aterro mas de lo que esperaba. Se dirigió a la pequeña caja con la que contaba la oficina y tras introducir la clave, el contador de tiempo empezó a descender desde treinta minutos.
Él al verlo y sin alterar su tono de voz dijo en voz muy baja:" Mierda, ¿Seré estúpido? ¿Cómo no habré caído en el tiempo de retardo de la caja?"- Suspiro, guardo el arma en el bolsillo y se giro en dirección a la puerta. Pero un pensamiento en su cabeza le hizo detenerse y volverse de nuevo hacia la chica del sombrero. Se acerco a ella, la miro fijamente y le dijo:" Señorita, con su permiso hay dos cosas que si quiero robar, y que harán que este día acabe siendo bueno."
Estiro su brazo, y con cuidado arrebato el sombrero de la cabeza de ella. Tras esto y ante la perplejidad de ella, se agacho y poso sus labios sobre aquellos labios que había admirado cada mañana mientras planeaba el golpe. Sintió como una ola de calor recorría su espalda, incluso le pareció sentir como ella no solo no se retiraba sino que le correspondía sutilmente, aunque esto ultimo seguro que era solo su imaginación.
Se separo de ella, se dirigió a la puerta y sin volver la vista atrás, se despidió diciendo:" Discúlpeme por las molestias señorita, le prometo que no volveré a importunarla. Y por el sombrero no se preocupe, le garantizo que en cuanto mi economía me lo permita le comprare uno igual y otro a modo de compensación. Que pase un feliz día princesa."
La puerta se cerro tras de él, y durante algunos minutos ella permaneció inmóvil, mirando hacia el infinito y pensando en quien la creería si contaba aquello. Levanto el teléfono para denunciar lo ocurrido a la policía y mientras marcaba pensaba en como explicaría que habían entrado en el banco y solo le habían robado un sombrero y un beso. Sonrió y pensó en que aquello sonaría ridículo, así que se decidió a colgar y seguir con su rutina habitual.
Tras finalizar su jornada de trabajo habitual sin salir del despacho, se dirigió al perchero a por su abrigo, y junto a el encontró su sombrero. Lo miro atónita, recorrió fugazmente toda la oficina con la vista en busca de aquel ladrón y al no verle respiro aliviada. se dispuso a ponerse su sombrero y al hacerlo, vio como asomaba una nota de su interior. Desdoblo el papel y contemplo lo que en el había escrito. "Con el beso he tenido mas de lo que esperaba, así que le devuelvo su Gucci, me hubiera encantado conocerla en otras circunstancias y haber conocido su nombre, pero al no ser así siempre la recordare como la chica del sombrero."
"Ana" -dijo sin darse cuenta.-"Me llamo Ana"