Cuando conoció a aquella damisela se sintió incluso mas grande, por fin portaría un pañuelo en su lanza como muestra de afecto.
Día tras día el afecto que sentía por ella crecía de manera exponencial, era algo que no podía controlar. Aunque ella estuviera en otro reino, el sentía devoción y admiración hacia su persona.
Los días pasaron, el la adoraba, y no paraba de repetir que le encantaba, incluso llego a decir que la amaba. Todo en el era sentimiento y pasión.
Cuando la invitaba a cantar o bailar ella aceptaba sin dudarlo, y siempre que el estaba cerca ella reía sin parar.
No podía sentirse mas feliz.
Pasaron los meses, y ella le contaba de su cautiverio en su jaula de oro, de su atlético pretendiente, hablaban de lo humano y lo divino, del sol y la luna, del amor y la desdicha. Él se sentía cerca, sentía complicidad.
Una mañana escucho un ruido cerca mientras hablaban e inquieto se puso a mirar a su alrededor, pero no vio nada. Esa misma tarde el sonido le volvió a sobresaltar mientras reían, y no pudo mas que levantarse, recorrer todas las estancias en busca del sonido, hasta casi volverse loco. Cuanto mas se movía mas lo escuchaba, pero volvió a no encontrar el origen de aquello.
Al caer la noche seguían charlando, y el sonido se metió en su cabeza de nuevo, sonaba muy cercano.
Escucho. hasta descubrir a que sonaba aquello, eran cascabeles.
Sonaban mas cerca de lo que él recordaba, como si estuvieran sobre su cabeza. Levanto la mirada y comprendió todo.
Supo porque siempre bailaba con el, porque cantaba y el motivo por el que reía sin cesar.
Sobre su cabeza había un colorido gorro, naranja y amarillo, con varias puntas, y de cada una de ellas colgaba un pequeño cascabel. Miro a sus pies y unos puntiagudos zapatos rematados con aquellos sonoros elementos metálicos y de los mismos vivos colores vestían sus pies.
Todo cobraba sentido, simplemente era un bufón, el bufón de un cuento de hadas en el que solo podía ser el secundario cómico.
Se levanto, respiro profundamente y se puso a bailar, si aquel era su cometido, al menos lo haría lo mejor que supiera, no pararía de hacerla reir hasta que alguien pusiera el fin a aquel cuento.
Todos los cuentos tienen su fin.
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ResponderEliminarGracias por tus comentarios.
EliminarMuy crudo, menos mal es un cuento. Aunque desgraciadamente la realidad supera a la ficción.
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ResponderEliminarLa idea que describes, es la traición psicológica que ocurre más comúnmente, cuando la percepción que uno tiene de sí mismo en un grupo choca violentamente con la realidad.
ResponderEliminarHermosa y cruel realidad.