La nieve cubría el frondoso bosque, y si no fuera por lo mal que se encontraba, se habría tumbado a contemplar los arboles, todos blancos, como colocados para una postal navideña.
Siguió caminando, buscando donde guarecerse del doloroso viento, donde pasar la noche sin morir congelado y sin ser visto.
Sus huellas eran borradas al momento por la copiosa nieve que no cesaba de caer y que le cegaba cada vez mas.
Hacia dos días que no comía, que no dormía, y sus fuerzas estaban apunto de abandonarle para siempre.
Vislumbro algo que parecía la entrada a una cueva y se encamino hacia ella sin perder tiempo.
Su vista no le había engañado. Entro.
Saco del bolsillo su teléfono móvil, aquel cacharro inútil que no no le había permitido pedir ayuda, ni había sido capaz de localizar su posición con su maldito GPS, pero que por fin le era útil, servía como linterna.
La cueva era estrecha, pero parecía no tener fin. Se introdujo unos cien metros en ella, recogiendo mientras lo hacia cualquier cosa que pudiera arder.
Se sentó en el suelo, tomo el paquete de tabaco del pantalón y tomo el mechero de su interior. Instantes después un pequeño fuego calentaba sus manos, y comenzó a sentirse mejor.
La suerte quiso que una serpiente no muy grande pasara a su lado. Estiro la mano, la cogió, y utilizando una de las afiladas piedras que había en el suelo, la decapito, corto también su cola, retiro su piel, y la coloco sobre las llamas. Podría cenar.
No sabia como había llegado a aquel lugar, solo recordaba que había estado bebiendo en el bar del hotel después de una divertida jornada de esquí. Recordó también a una apuesta morena de enormes ojos negros que se había sentado junto a el y con la que había estado charlando y bebiendo. Y después, nada, se despertó tirado en la nieve. Se había sentido mareado, y había visto a unos tipos corriendo hacia el gritando y con rifles en las manos. Se había asustado y salio corriendo sin mas.
Cuando el sueño empezaba a apoderarse de el, sintió una mano enorme en su hombro, giro la cabeza para ver que era, y aquella enorme mano hizo que su cabeza siguiera girando hasta que esta se separo de su columna.
En el puesto de guardia de los guarda bosques, los agentes Jhon y Carry, presentaban un informe de desaparición de un esquiador bebido. Habían tratado de detenerle, pero el tipo había escapado corriendo.
Le habían seguido durante un día, pero la nieve había impedido seguir sus huellas.
Por la mañana volverían a buscarlo, aunque conociendo las historias que se contaban sobre la bestia de las cuevas, y el historial de personas desaparecidas en la zona, no esperaban encontrar mas que los restos de alguna fogata reciente. Y como habían hecho otras tantas veces, acabarían destruyendo aquel informe por el bien de la estación y del resto de negocios de la zona.