viernes, 22 de febrero de 2013

La cueva.

El frío intenso perforaba sus huesos, pero no por ello él se detenía.
La nieve cubría el frondoso bosque, y si no fuera por lo mal que se encontraba, se habría tumbado a contemplar los arboles, todos blancos, como colocados para una postal navideña.
Siguió caminando, buscando donde guarecerse del doloroso viento, donde pasar la noche sin morir congelado y sin ser visto.
Sus huellas eran borradas al momento por la copiosa nieve que no cesaba de caer y que le cegaba cada vez mas.
Hacia dos días que no comía, que no dormía, y sus fuerzas estaban apunto de abandonarle para siempre.
Vislumbro algo que parecía la entrada a una cueva y se encamino hacia ella sin perder tiempo.
Su vista no le había engañado. Entro.
Saco del bolsillo su teléfono móvil, aquel cacharro inútil que no no le había permitido pedir ayuda, ni había sido capaz de localizar su posición con su maldito GPS, pero que por fin le era útil, servía como linterna.
La cueva era estrecha, pero parecía no tener fin. Se introdujo unos cien metros en ella, recogiendo mientras lo hacia cualquier cosa que pudiera arder.
Se sentó en el suelo, tomo el paquete de tabaco del pantalón y tomo el mechero de su interior. Instantes después un pequeño fuego calentaba sus manos, y comenzó a sentirse mejor.
La suerte quiso que una serpiente no muy grande pasara a su lado. Estiro la mano, la cogió, y utilizando una de las afiladas piedras que había en el suelo, la decapito, corto también su cola, retiro su piel, y la coloco sobre las llamas. Podría cenar.
No sabia como había llegado a aquel lugar, solo recordaba que había estado bebiendo en el bar del hotel después de una divertida jornada de esquí. Recordó también a una apuesta morena de enormes ojos negros que se había sentado junto a el y con la que había estado charlando y bebiendo. Y después, nada, se despertó tirado en la nieve. Se había sentido mareado, y había visto a unos tipos corriendo hacia el gritando y con rifles en las manos. Se había asustado y salio corriendo sin mas.
Cuando el sueño empezaba a apoderarse de el, sintió una mano enorme en su hombro, giro la cabeza para ver que era, y aquella enorme mano hizo que su cabeza siguiera girando hasta que esta se separo de su columna.

En el puesto de guardia de los guarda bosques, los agentes Jhon y Carry, presentaban un informe de desaparición de un esquiador bebido. Habían tratado de detenerle, pero el tipo había escapado corriendo.
Le habían seguido durante un día, pero la nieve había impedido seguir sus huellas.
Por la mañana volverían a buscarlo, aunque conociendo las historias que se contaban sobre la bestia de las cuevas, y el historial de personas desaparecidas en la zona, no esperaban encontrar mas que los restos de alguna fogata reciente. Y como habían hecho otras tantas veces, acabarían destruyendo aquel informe por el bien de la estación y del resto de negocios de la zona.

                             


jueves, 14 de febrero de 2013

Él postre.

Como habían acordado tras ganar él la apuesta, ella le recibió con su mejor conjunto de ropa interior, y solo cubierta por una delicada bata de seda.
Por la abertura del escote se distinguía el elaborado encaje del sujetador, y las indiscretas transparencias de este.
Él no pudo mas que sonreír y sentir una ola de excitación recorriendo todo su cuerpo.
Se acerco muy despacio a ella, dejo que sus labios se encontraran durante unos segundos, y al separarse le dijo:" Feliz San Valentin Laztana."

Se dirigieron a la cocina, y èl se dispuso a abrir una botella de vino tinto, una que había comprado especialmente para la ocasión. Era un reserva de la Rioja Alavesa, que a èl le encantaba y que sabia que ella sabría apreciar.
Mientras esto sucedía, ella se planto frente a èl, cruzo sus piernas, ladeo su cintura, y puso su mirada mas interesante, desato el cinturón de la bata y la dejo deslizar por su cuerpo hasta el suelo.
Él no pudo dejar de mirarla. Le parecía tener ante el a un ángel. Era hermosa desde la cabeza a los pies, que por cierto cubría con unos llamativos zapatos de tacón negros con suelas rojas. No cualquiera llevaría unos Louboutin, pensó, mientras imaginaba que rico manjar se escondería bajo esas braguitas también negras con los mismos encajes aunque con menos transparencias que el sujetador. Conocía ese conjunto, lo había visto en su ultimo viaje a París, en el desfile de La Perla. Nunca se perdía la semana de la moda, y en especial ese desfile.
Sin demostrar su excitacion, cogió dos copas y sirvió el vino para que se fuese aireando.
Ella como marcaban los términos de su apuesta se dedico a cocinar, Preparo una ensalada templada de mar y montaña, y como plato principal, unos medallones de solomillo de ternera con salsa de frambuesas.
Él se deleitaba con los aromas del vino, una mezcla de café, frutos rojos, pimienta, regaliz  y vainilla, que invadían su nariz y le transportaban a otros tiempos, a otro lugar, aunque su vista no se había movido ni un ápice de aquellas preciosas curvas que se encontraban ante èl.

Se sentaron a cenar en una pequeña mesa situada en un salón escasa aunque alegremente decorado.
Ella casi no probó bocado, aunque se deleito con los sabores del vino, y la grata sensación que dejaba en su paladar. Charlaron de cosas sin importancia, rieron, y en ningún momento dejaron de mirarse.
Cuando hubieron terminado, ella le pregunto:"¿Que quieres de postre?"
Él se relamió, se froto las manos y le dijo:"Los términos de la apuesta eran claros, tu debes ser mi postre."
La chica se puso en pie, tomo su mano y le guió hasta su habitación.
Mientras andaban por el pasillo, el se sintió algo mareado, pero no le dio ninguna importancia.
Llegaron a la habitación y ella indico al chico que se sentara en la cama mientras ponía música.
Él se sentó, y la sensacion de mareo creció, se recosto y sin saber porque no pudo mantener los ojos abiertos. Se desmayo.

La chica apareció por la puerta con la bata nuevamente sobre su cuerpo, y con una bolsa de plástico en una de sus manos. Se acerco a el y clavando le en la yugular una vía hospitalaria, se dispuso a vaciar su cuerpo de sangre. Cuando comprobó que ya no salia ni gota de el, lo arrastro como pudo hasta la habitación contigua, hasta la habitación que en tantas conversaciones ella había denominado la de los hombres, si el estuviera vivo habría entendido el porque. Abrió uno de los tres congeladores que había, y metió su cuerpo dentro. Siempre le había resultado mas fácil despedazarlos congelados, era mucho menos sucio. Cerro el arcón, y salio de la habitación.
Vació una copa de vino, y la lleno con la sangre fresca que acababa de extraer, se sentó delante del ordenador, entro en su chat habitual, y se dispuso a buscar un nuevo postre.


                      



jueves, 7 de febrero de 2013

Soy toda tuya.

Caminaba con la mirada perdida. Su enorme sonrisa había desaparecido, y de sus preciosos ojos marrones, brotaban pequeñas lágrimas, que se helaban en sus mejilla sin llegar a caer al suelo.
La noche no podía ser mas fría, y los últimos acontecimientos acaecidos en su vida la hacían aun  mas gélida.
Había abofeteado a un niño, y eso la hacia sentirse peor persona que nunca.
Era maestra por vocación, era su vida, y jamas creyó que nada ni nadie le hiciera reaccionar así, pero aquel niño, aquel engendro diabólico, la había puesto al borde de la locura, y sin saber como ni porque, su mano impacto en la cara del muchacho. La clase se quedo en silencio, y aquellos niños que siempre la miraron con adoración, ahora la miraban asustados.
Sin decir nada, si avisar a nadie, se puso su abrigo y salido de clase, abandono el colegio.
Camino por las calles sin tener noción del tiempo, tropezaba con la gente, pero no se volvía a disculparse.
No recordaba cuando empezó a llorar. Se sentía vacía, sin saber quien era.
Pasadas las 11:30 de la noche llego a casa. Se sentó frente al ordenador, inicio el programa de mensajería, y tomo aire.
Miro la pantalla unos segundos, y como esperaba una ventana se abrió en ella, donde se leía:" Buenas noches princesa".
Acerco el teclado y escribió: "Soy toda tuya".
Esbozo una sonrisa, se seco las lágrimas y se traslado a su mundo de fantasía en el que siempre se sentía bien.