jueves, 21 de enero de 2021

Homicidio necesario

 Dígale, agente, que no tuve más remedio que matarle, gritaba mientras daba ridículos saltitos. Agente, digaselo usted, no me quedaba otra opción, seguía gritando y dando vueltas como un bailarín.

El agente miraba al suelo y después miraba al hombre, trataba de ser todo lo profesional que podía y mantener su serio semblante aprendido no en la academia, sino en todas esa películas de Clint Eastwood que le habían fascinado desde pequeño y que le habían marcado hasta el punto de hacerle elegir su profesión.
"Agente, agente, digaselo, por favor." -El hombre ya no solo gritaba sino que daba vueltas alrededor del agente y a aquello que yacía bajo una andrajosa sabana.
El agente miro al hombre y ya no pudo disimular más, se le escapó una sonrisa al verle tan inquieto, vestido con una chaquetilla de torero, una montera hecha de papel, pintada tal vez con limpia zapatos o algúna especie de rotulador, un pantalón de chándal que llevaba metido en los calcetines y una chanclas a las que les había colocado unas borlas para simular unas manoletinas.
El agente se agachó, retiro la sábana y sin poder controlar su carcajada, vio el típico toro de plástico que se ponía encima de la televisión, atravesado por un lápiz a modo de estoque.
Levanto la vista y poniendo su mano sobre el hombro de aquel hombre le dijo:" tiene razón maestro, no tuvo más remedio que matarle, era usted o el."
El hombre se tranquilizó, recogió la sábana colocándose la al hombro a modo de capote y se marchó saludando cual torero tras una gran faena.
El agente se encaminó a la puerta y se prometió no volver a visitar a su primo al hospital psiquiátrico vestido de uniforme, la próxima vez se cambiaría al acabar su turno.



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