martes, 12 de abril de 2016

Primer tren a Barcelona.

Como cuatro extraños compartían mesa en aquel primer tren de la mañana a Barcelona.
Mientras Jorge y Eva miraban la televisión, viendo una de esas malas películas españolas que suelen poner en los viajes, German trataba de dormir y entre cabezada y cabezada pensaba en las múltiples reuniones que tendría en los próximos dos días.
El cuarto en discordia tenía un aire distraído, como si aquello no fuera con él. Era el más nuevo en aquel equipo, prácticamente un desconocido, y aunque parecía un tipo de carácter afable, incluso divertido en ocasiones, realmente no sabían nada de él.
Cada vez que Jorge reía, el en su interior reía aún más. “Si supieras lo que te espera no reirías tanto.”- Pensó sin cambiar su rictus serio.
Pasaban de las 7:15h y casi nada había cambiado, el sol aun no aparecía por las ventanas del vagón, la mayoría de los pasajeros seguían durmiendo, y Fran, el cuarto en discordia, seguía sintiendo un calor sofocante. No sabía si era por el constipado que arrastraba o por la ansiedad que su plan le ocasionaba, fuese como fuese empezó a sudar.
Sin saber porque comenzó a sentirse mal por Eva, era el día del cumpleaños de su hijo y ella estaba metida en aquel viaje. “¿Cómo se llamaba a aquello?,¿Daños colaterales?”- Su cabeza no paraba de pensar cosas sin sentido.
Contemplo en el reflejo de la ventana que German dormía. Esta vez si sonrió, incluso se le escapo una leve carcajada, por la que medio vagón acabo mirándole, aunque no le importo. Su maléfico plan ya no tenía marcha atrás. Sonriendo esta vez para si mismo, se imaginó con la risa maligna de los malos de las películas de dibujos que tanto le gustaba ver.
Se agacho como para recoger el ordenador en el que parecía estar trabajando, y sin que nadie se diera cuenta puso en marcha aquel acto de maldad máxima, aquella acción que solo se le podría haber ocurrido al más perverso de los villanos de cómic. Ya solo quedaba esperar a que el tren llegara a su destino para que tener su final apoteósico.
Las 8:35h. Los pasajeros empezaban a ponerse en pie ante la proximidad de la estación. Fran se levantó, cogió su maletín y sin decir nada se apartó de sus compañeros, pero sin perderles de vista, esperando que todo estallara.
Un minuto después, cuando sus compañeros de viaje intentaron levantarse, llego el sobresalto, Jorge acabo por el suelo, German con la pierna estirada de mala manera, y Eva riendo sin control.
El plan maquiavélico había surtido efecto, había atado los cordones de los zapatos de German a los de Jorge, y al intentar levantarse se había caído. Una broma infantil, pero el demonio que todos llevamos dentro le había hecho hacerlo, sin pensar en las consecuencias, en que eran sus jefes y que probablemente aquello no sería bueno para él. “¿Y lo que me he reído?” – Pensó mientras bajaba del tren sin mirar atrás.




Cascabeles

Siempre se había sentido especial, como uno de aquellos caballeros de reluciente armadura, como el defensor de las nobles causas, el valedor de la justicia.
Cuando conoció a aquella damisela se sintió incluso mas grande, por fin portaría un pañuelo en su lanza como muestra de afecto.
Día tras día el afecto que sentía por ella crecía de manera exponencial, era algo que no podía controlar. Aunque ella estuviera en otro reino, el sentía devoción y admiración hacia su persona.
Los días pasaron, el la adoraba, y no paraba de repetir que le encantaba, incluso llego a decir que la amaba. Todo en el era sentimiento y pasión.
Cuando la invitaba a cantar o bailar ella aceptaba sin dudarlo, y siempre que el estaba cerca ella reía sin parar.
No podía sentirse mas feliz.
Pasaron los meses, y ella le contaba de su cautiverio en su jaula de oro, de su atlético pretendiente, hablaban de lo humano y lo divino, del sol y la luna, del amor y la desdicha. Él se sentía cerca, sentía complicidad.
Una mañana escucho un ruido cerca mientras hablaban e inquieto se puso a mirar a su alrededor, pero no vio nada. Esa misma tarde el sonido le volvió a sobresaltar mientras reían, y no pudo mas que levantarse, recorrer todas las estancias en busca del sonido, hasta casi volverse loco. Cuanto mas se movía mas lo escuchaba, pero volvió a no encontrar el origen de aquello.
Al caer la noche seguían charlando, y el sonido se metió en su cabeza de nuevo, sonaba muy cercano.
Escucho. hasta descubrir a que sonaba aquello, eran cascabeles.
Sonaban mas cerca de lo que él recordaba, como si estuvieran sobre su cabeza. Levanto la mirada y comprendió todo.
Supo porque siempre bailaba con el, porque cantaba y el motivo por el que reía sin cesar.
Sobre su cabeza había un colorido gorro, naranja y amarillo, con varias puntas, y de cada una de ellas colgaba un pequeño cascabel. Miro a sus pies y unos puntiagudos zapatos rematados con aquellos sonoros elementos metálicos y de los mismos vivos colores vestían sus pies.
Todo cobraba sentido, simplemente era un bufón, el bufón de un cuento de hadas en el que solo podía ser el secundario cómico.
Se levanto, respiro profundamente y se puso a bailar, si aquel era su cometido, al menos lo haría lo mejor que supiera, no pararía de hacerla reir hasta que alguien pusiera el fin a aquel cuento.