Como cuatro extraños compartían mesa en aquel primer tren de
la mañana a Barcelona.
Mientras Jorge y Eva miraban la televisión, viendo una de
esas malas películas españolas que suelen poner en los viajes, German trataba
de dormir y entre cabezada y cabezada pensaba en las múltiples reuniones que
tendría en los próximos dos días.
El cuarto en discordia tenía un aire distraído, como si
aquello no fuera con él. Era el más nuevo en aquel equipo, prácticamente un
desconocido, y aunque parecía un tipo de carácter afable, incluso divertido en
ocasiones, realmente no sabían nada de él.
Cada vez que Jorge reía, el en su interior reía aún más. “Si
supieras lo que te espera no reirías tanto.”- Pensó sin cambiar su rictus
serio.
Pasaban de las 7:15h y casi nada había cambiado, el sol aun
no aparecía por las ventanas del vagón, la mayoría de los pasajeros seguían
durmiendo, y Fran, el cuarto en discordia, seguía sintiendo un calor sofocante.
No sabía si era por el constipado que arrastraba o por la ansiedad que su plan
le ocasionaba, fuese como fuese empezó a sudar.
Sin saber porque comenzó a sentirse mal por Eva, era el día
del cumpleaños de su hijo y ella estaba metida en aquel viaje. “¿Cómo se
llamaba a aquello?,¿Daños colaterales?”- Su cabeza no paraba de pensar cosas
sin sentido.
Contemplo en el reflejo de la ventana que German dormía.
Esta vez si sonrió, incluso se le escapo una leve carcajada, por la que medio
vagón acabo mirándole, aunque no le importo. Su maléfico plan ya no tenía
marcha atrás. Sonriendo esta vez para si mismo, se imaginó con la risa maligna
de los malos de las películas de dibujos que tanto le gustaba ver.
Se agacho como para recoger el ordenador en el que parecía
estar trabajando, y sin que nadie se diera cuenta puso en marcha aquel acto de
maldad máxima, aquella acción que solo se le podría haber ocurrido al más
perverso de los villanos de cómic. Ya solo quedaba esperar a que el tren
llegara a su destino para que tener su final apoteósico.
Las 8:35h. Los pasajeros empezaban a ponerse en pie ante la
proximidad de la estación. Fran se levantó, cogió su maletín y sin decir nada
se apartó de sus compañeros, pero sin perderles de vista, esperando que todo
estallara.
Un minuto después, cuando sus compañeros de viaje intentaron levantarse, llego el sobresalto, Jorge acabo por el suelo, German con la pierna
estirada de mala manera, y Eva riendo sin control.
El plan maquiavélico había surtido efecto, había atado los
cordones de los zapatos de German a los de Jorge, y al intentar levantarse se
había caído. Una broma infantil, pero el demonio que todos llevamos dentro le
había hecho hacerlo, sin pensar en las consecuencias, en que eran sus jefes y
que probablemente aquello no sería bueno para él. “¿Y lo que me he reído?” –
Pensó mientras bajaba del tren sin mirar atrás.