Al despertar aquella mañana, había preparado el desayuno, había leído el periódico y había salido a correr una hora, como cada día.
No necesitaba salir de casa para trabajar, ya que se ganaba la vida escribiendo pequeños relatos en el periódico local. Los componía y enviaba por correo electrónico, así que su vida la hacia en su casa de montaña, alejado de la estúpida sociedad y de sus convencionalismos.
Rara vez descendía a la civilización, hasta la compra la hacia por Internet para no tener que desplazarse.
El timbre de la puerta le saco de su historia de hoy, y su perro comenzò a ladrar y a correr hacia la puerta como la fiera que nunca llegaría a ser, ya que era un perro pequeño, de aspecto dócil y trato afable.
Abrió la puerta y allí estaba ella, la cartera que como cada mes le traía su pedidó mensual de boquillas alemanas para su vieja pipa.
Hacia tiempo que había dejado de fumar, pero seguía pidiéndolas solo por ver a la chica.
Como siempre la invito a pasar, y ambos tomaron café mientras charlaban de cosas sin importancia.
Tras un rato de charla, ella le dijo que se tenia que marchar que había quedado con su nuevo novio.
A el se le nublo la vista al oírlo, y la acompaño a la puerta. Se despidieron y el volvió a quedarse solo.
Su historia de aquel día resulto triste y macabra, de esas que tanto agradaban a sus lectores, pero en su corazón se sintió vació.
Se sentía solo, pero era una sensaciòn que le encantaba.