Pasaban las 2 a.m. y aquella morena imponente, de deslumbrante sonrisa y mirada penetrante seguía junto a la barra, tomando su tercer gin-tonic mientras charlaba con sus dos bellas, aunque no tanto como ella, amigas.
Recordando la serie de cómo conocí a vuestra madre, le pedí a mi Amigo que hiciera los honores.
Nos acercamos a ellas, mi amigo toco levemente su hombro y antes de que se girara él dijo:" ¡Hola! ¿Conoces a Fran?"
Tras decir esto se apartó dejándome solo ante el peligro.
¿Peligro?- os preguntaréis.
Pues si, ya que aquella cara tan dulce, al girarse muto como jamás había visto antes, era como si el infierno se hubiera abierto de par en par y el más temible de sus demonios de hubiera plantado frente a mi.
Aquellos preciosos ojos ahora eran incandescentes, casi llameantes. Su sonrisa antes seductora, en este momento parecía una mueca de oído y desprecio.
Me quedé helado al escucharla decir:"¿Te he pedido que vengas a molestarme?"
Aunque tajante, su voz tenía un toque dulce que por un momento me relajo, y sonreí. Craso error por mi parte.
"¿Que te hace tanta gracia?- me exhorto mientras levantaba su brazo. En ese momento me encogí temiendo que me golpeara, aunque no lo hizo. Simplemente extendió su dedo índice y señalando la puerta me dijo: "el sitio de los graciosillos está allí fuera, así que largarte y ríe te de tu prima la coja."
Alucinado me di la vuelta me dirigí de nuevo al encuentro de mis amigos.
Seguro que hoy se ha olvidado de tomar el café del desayuno y por eso está de tan mal humor, a mi también me habría pasado, pensé mientras sonreía de nuevo al recordar el toque dulce de su voz.