Caía el sol en uno de esos áridos caminos manchegos que circundan
cada pueblo de esa extensa región. El sofocante clima del verano hacia que se
viera todo como con neblina. El polvo que levantaba la leve brisa hacia que aun
la sensación fuera más insoportable.
Tendida sobre la arena, boca arriba, con sus limpios ojos
que siempre le habían hecho tener una mirada interesante y seductora para los
hombres, miraba absorta a su asaltante. Sin saber cómo ni porque, aquel tipo había
aparecido detrás de un matorral y sin mediar palabra se había abalanzado sobre
ella, tirándola al suelo y poniendo sus manos alrededor de su cuello, trataba
de estrangularla.
Mientras le miraba e intentaba pensar si lo había visto
antes, luchaba por respirar, forcejeaba y se culpaba por haber salido tarde de
trabajar. “Si hubiera salido a mi hora, no estaría a estas horas en el camino y
no me encontraría en esta situación”- Pensaba mientras notaba como le falta de oxígeno
en sus pulmones la debilitaba cada vez más.
La muerte se acercaba cual silenciosa y certera flecha. Era
inevitable, llegado aquel momento ya nada podría detenerla. Ella sonrió
levemente, aunque quizás solo fuera una mueca de dolor, ni ella misma podría saber
que había sido.
Más polvo, una brisa algo más intensa y la muerte llego. Su
atacante se desplomo. Una sombra marrón había aparecido de repente, sigilosa
pero veloz. Había abierto la boca en el último momento y había mostrado sus afilados
colmillos. Tras esto los había hundido en la yugular de aquel tipo y
se la había arrancado. La sangre brotaba a borbotones de aquel cuerpo inerte
mientras Tequila, la preciosa doberman de nueve años con la que tanto había vivido,
se giraba y dulce como siempre lamia la cara de su dueña, mostrando preocupación
y dándole cariño como había hecho toda su vida.
“Ainssssssssss, Tequi, mi niña, ¿Que haría yo sin ti?”-Pensaba
mientras el aire volvía a inundar sus pulmones y sus ojos recobraban su brillo
habitual- “Si tú eres la muerte, eres la más hermosa, preciosa muerte.”
Se levantó, sacudió el polvo de su ropa, y tras acariciar y
besar a su fiel compañera, ambas tomaron el camino de regreso a casa.